Es incuestionable que la única manera de llegar a comprender las costumbres de una tierra es mezclarse, ser partícipe de las costumbres, ritos, o celebraciones de que acontecen ante nuestros ojos cuando visitamos una tierra extraña, o no tan extraña. Trecastagni desprende esa sensación de cercanía en sus gentes que nos permite involucrarnos con cierta facilidad en los festejos de sus pueblos.
Trescastagni, en las laderas del Etna, rinde devoción a los tres santos Alfio, Filadelfio y Cirino, y su fiesta en Mayo es un ejemplo de la pervivencia de las manifestaciones religiosas sicilianas, que a su vez se nutrieron de ritos paganos.
Trecastagni tiene una etimología incierta: tal vez derive de los tre castagni (tres castaños), o de los tres Santos protectores, Alfio, Filadelfio y Cirino, Tre Casti Agnelli, Tres castos Ángeles.
Históricamente, las tierras de Trecastagni pertenecieron tributariamente a la jurisdicción del obispo de Catania durante mucho tiempo, después fueron vendidas a los Di Giovanni, en 1649, y a los Alliata con la abolición del feudalismo, en el s. XVIII.
En la parte alta del pueblo, se alza la Iglesia Mayor (Chiesa Madre), considerada como “una de las mejores obras arquitectónicas del Renacimiento siciliano”, en detrimento del “mediocre campanario, un tardío y caprichoso añadido decimonónico”. El interior tiene tres naves y es muy refinado.
El santuario de Sant’Alfio, Filadelfio e Cirino, es el centro de las celebraciones de los tres Santos. En los días de Mayo, los tres santos recorren las calles de Trecastagni mientras se lanzas pétalos de rosa y guirnaldas desde el campanario, o incluso en ocasiones desde un helicóptero. Los creyentes acercan sobre la muchedumbre a los niños para que sean bendecidos por los santos, en un ejercicio de malabarismo y cierto fanatismo. Las calles rebosan colorido en puestos de venta de productos de la tierra, desde dulces a frutas de las laderas del Etna.
En el Santuario se exponen numerosas tablillas de exvotos; es una magnífica documentación de arte y de fe populares: cada tablilla es una ofrenda de un feligrés, que en agradecimiento a ”un milagro”, (normalmente recuperaciones de accidentes como atropellos de carretos en su tiempo y de coches en el siglo XX), realizan una pequeña pintura artesanal o efectuada por un especialista contratado a tal efecto, donde se reproduce el incidente y la acción divina de los tres Santos. Este ritual de ofrenda es común en el levante español, o incluso en Mexico.