Película Terraferma: la paradoja del turismo y la inmigración

«Nosotros no salimos en el mapa». Así de rotunda se muestra Donatella Fonocchiaro encarnando a Giulietta, una viuda que trata de sacar a la familia adelante en una isla al sur de Sicilia, evocando el naufragio pertinaz del que no salen islas como Lampedusa.

La trama del comprometido director italiano Emanuele Crialese,  tan sencilla y aparentemente superficial esconde dramas soterrados a la altura del gran cine clásico italiano, con una magnífica actuación de Donatella Fonocchiaro emulando en muchos momentos del film a la gran Anna Magnani, conjugando candidez, carácter y un erotismo que se adhiere al vestido ceñido que actúa como su segunda piel.

Tanto para ella como para su hijo adolescente,- en plena efervescencia retardada (por aquello que implica vivir lejos de la urbe)-, como para un abuelo que se resigna a cambiar sus leyes no escritas del mar, -donde un náufrago no tiene color ni bandera-; la llegada del turismo agresivo de verano les trastoca su quehacer diario como el desembarco de pateras repletas de inmigrantes que buscan la salvación en un islote árido, en un finisterre en los límites de la Europa política y las antípodas de la humanidad.

La situación no es ajena, ni resulta extraña a un litoral como el sur de España donde los problemas de deslocalización laboral, desaparición del arte de la pesca, inmigración y turismo masificado conviven.

Merece la pena disfrutar de esta oportunidad de cine siciliano (coproducción franco italiana), que en pocas ocasiones llega al público español, y más cuando se aleja de los tópicos de Sicilia y el sur de Italia. Además, la posibilidad de ver lo mejor de los paisajes de las Islas Pelagias, en concreto de Linosa.

La película recibió el premio del jurado en  la 68ª Mostra internazionale d’arte cinematográfica de Venecia, y fue precandidata a los Oscar como mejor película italiana, si bien no superó el filtro de la nominación.

Trailer: